Mientras gobiernos, tribunales y los sectores hostelero y turístico siguen a la greña –lo que no redunda en beneficio de nadie–, la pandemia impone sus implacables leyes. Que han provocado el cierre de muchos establecimientos y la mera supervivencia, sin muchas expectativas, de otros.
No creemos que las cosas volverán a ser como antes. Casi año y medio después, parece evidente que habrá un cambio de hábitos en nuestra sociedad. Algunos, palpables, quizá sean pasajeros –la preferencia por las terrazas, el auge del turismo rural, la comida a domicilio–, pero otros han llegado para quedarse.
Entre los más urgentes, sin duda, la imperiosa necesidad de profesionalizar nuestro sector, tanto en su aspecto de servicio al público, como en el empresarial. Nada nos gustaría menos que ver reducida nuestra hostelería a extendidas franquicias y pequeños establecimientos familiares, que son los que mejor han resistido a la pandemia, especialmente si disponían de terraza.