Encaramos un nuevo curso, esperando el desarrollo de las NO fiestas del Pilar, repletas eso sí de eventos más o menos pequeños, distancias, mascarilas, etc. El tiempo dirá cómo sale el experimento. En cualquier caso, poco afectará a la hostelería, aunque quizá sí al sufrido ocio nocturno. Los restaurantes han creado sus ofertas para dicha semana –que incluye puente nacional– y dado que se respetarán mayormente los aforos, no tiene por qué haber problemas; más complicadas resultan las comidas familiares festivas. La hostelería trata de recuperar su ritmo, dentro de lo posible y aunque sigamos sin barras. Vuelven los concursos de tapas, las rutas gastronómicas, la ya tradicional Liga de la Tortilla, y los aficionados vamos asumiendo el quitaipón de las mascarillas.
Ciertamente, la masiva vacunación está aminorando la pandemia, pero no hay que bajar la guardia. El virus sigue entre nosotros y, probablemente, tendremos que aprender a convivir con él; sí o sí. Mientras tanto parece que el consumo del vino se va recuperando, que los barriles de cerveza vuelven a los bares, que se recupera el consumo agroalimentario. Sin embargo, no hay que relajarse. Además de la pandemia, algo está cambiando en el mundo.
Las exportaciones del porcino –casi un monocultivo en esta tierra– se ven amenazadas y, de momento, los precios caen. Por contra, el comercio de proximidad parece mantenerse vivo, como demuestran los numerosos mercados y ferias que se han celebrado durante el verano y las que siguen vigentes durante todo el año. Lentamente, pero de forma sostenida, son más los que optan por la cercanía, por el conocimiento de los productores, aunque la PAC todavía no apueste por los pequeños y profesionales agricultores y ganaderos.